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La poesía romántica. 2.0

lunes, 2 de febrero de 2015

¿Meninas o Menines?

Veo en el periódico que Yasumasa Morimura ha vuelto a hacer de las suyas con Velázquez. Y me van a tener que dar la razón de que siempre copian a los mismos. Claro está que este artista es uno de los grandes pero ¡ya está bien, por favor!. Le doy, sin embargo, un aprobado a una de las fotografías que hay de aquella sesión de fotos en la que este autor, del que ya he hablado anteriormente en una entrada, se disfraza de cada uno de los personajes de Las Meninas. Pero hagamos una ligera historia del copieteo porque a mis alumnos de 1º bachillerato les doy mucho la tabarra con que los autores utilizan frases, versos de otros poetas como inspiración u homenaje.


Muchos conocen los Caprichos de Goya o Los Desastres de la guerra pero pocos conocen la mal llamada colección de grabados que dedica a Velázquez entre los que se incluye, como no podía ser de otra manera, Las Meninas. El autor aragonés la concibe en dos o tres entregas que nunca se pusieron a la venta general. ¿Por qué Velázquez?

Mengs en una carta a Antonio Ponz en 1776 le dice que es el "único pintor español que se salvaría". Eso decía muy poco de la consideración que tenían del resto.  En el siglo de las luces los países acostumbran a divulgar las bellezas patrias y no sabemos si esto era un imposición o bien lo elige Goya. Lo que sí se conoce es que Carlos III decía que era importante que se divulgaran las obras y que los grabados era la forma más fácil de que llegaran fácilmente (la fotografía no estaba inventada). Aún así lo compraron gente como el Embajador de Austria, Sabatini, etc porque era un regalo típico de las cortes.

El pintor neoclásico reproduce lo más fiel posible el original, aunque, como ocurre casi siempre podemos descubrir su huella porque todavía se estaba formando como grabador al aguafuerte.

Picasso, que es considerado uno de los mejores pintores del XX, y el que más ha influido en la pintura desde entonces (afirmación un poco exagerada que puede ser verdad), desde 1957 trabajó interpretando Las Meninas, desde una perspectiva ya falsamente cubista. También lo hizo con Los baños de Argel de Delacroix y con Desayuno en la hierba de Manet, entre otros.

 El autor malagueño utiliza el lienzo de Velázquez para estudiar los personajes, el espacio, la multiplicación de planos, la forma (dibujo continuo o discontinuo). En este diálogo con el maestro anterior, Picasso lo redescubre y reflexiona sobre su quehacer pictórico. Su serie de cuadros en los que sin color o con él, con todos los personajes o unos cuantos, de formato apaisado o no, consigue hacernos creer que si Velázquez hubiera nacido en el siglo pasado, se habría llamado Picasso. 

Muchos de los que copian lo hacen simplemente porque el original es tan conocido que puede llegar al gran público sin necesidad de grandes esfuerzos. Eso es lo que ocurrió con la campaña publicitaria de El corte Inglés utilizando como reclamo Las Meninas (el cuadro más visitado del Museo del Prado). Este anuncio dedicado a las revistas de los aviones de Iberia y en la fachada de su edificio de la calle Goya de Madrid lució muy bonito.

¿Qué podemos interpretar? Aparentemente nada. El espacio  parece el Alcázar y los personajes están todos aunque de manera diferente. La sesión pictórica se ha convertido en fotográfica (incluido el fotógrafo-autor); el lienzo es un paraguas fotográfico y, como decía poca cosa más, salvo que Nicolasito es una niña y que Maribárbola muy enana no parece.

Pero hay que ir un poquito más allá y mirar detrás del telón, como digo a los de bachillerato. Si leemos lo que dice "La moda es arte", tenemos la clave. Hay otra foto gemela en la que aparece una bolsa con el famoso triángulo logotipo de la empresa que dice: "Donde comprar es arte". Muy propio. Si este cuadro es el más visitado de los museos de España, estos grandes almacenes son los más visitados de España también. Uniendo una cosa con la otra podemos decir que es una metáfora. El corte inglés es Las Meninas de las compras de moda. ¡Toma ya!, ¡qué osadía!.

En el anuncio que hizo la marca Repsol cuando España ganó la copa del mundo  se eligió la Rendición de Breda de Velázquez. Hay una copia sin más del modelo original. En la de los grandes almacenes se observaba una modernización en las vestimentas pero no había nada novedoso. En la del mundial la colocación de la "roja" como vestimenta sobre los personajes españoles. El resto es lo mismo. Hagamos un poco de historia. La idea del pasado grandioso de nuestro país, la actitud caballerosa de los vencedores que no dejan humillarse a los vencidos y la idea de que el ejército vencido fuera Holanda (a pesar de la patada de De Jong [Gracias G.]), ayudaba mucho a que el cuadro fuera el que había que poner y no otro. No se trata de hacer arte, sino de tomar un elemento conocido para sorprender, para llamar la atención sobre la marca que se anuncia con un poquito de ironía que no venía mal. Los españoles seguimos siendo caballeros con los contrincantes que no tienen la equipación con loe estrella a pesar de sus finales.

Para contrarrestar la publicidad, en este caso relativamente vacía de contenido, pongo al Equipo Crónica. En La Salita de 1970, Solbes y Valdés utilizan el cuadro de Velázquez como "cita", algo así como la intertextualidad literaria. Una parte del lienzo clásico, en este caso algunos personajes, son representados en primer plano. Todo ello conforma una unidad semántica que remite a la obra original. Con ello los autores no sólo demuestran su fervor por el sevillano, sino que sumados a otras figuras, al fondo y al título (siempre imprescindible) significa algo totalmente diferente.

La introducción del patito de goma, la pelota de playa y la planta en el primer plano une pasado y presente. El diálogo de autores entre Velázquez y el Equipo Crónica, autorretratado detrás con sus carpetas podría aludir a la condición de creación de la obra pictórica.

Pero lo que verdaderamente tiene importancia es el fondo, que aquí es el telón plano en donde se sujetan las figuras. El alcázar ahora es un salón de familia media española con la televisión al fondo y otra sala con el sillón. La decoración es muy del gusto kitsch (algo así como hortera). No nos podemos perder el payaso que hay en la pared y la sensación de plató de serie de sobremesa de hace algunos años. Ahora sí que podemos pensar en la crítica a las aspiraciones de la sociedad media española en los años 70 en donde la vacaciones, el pisito y el coche hacían olvidar cómo se consiguió todo ello. La despreocupación por los problemas de España mientras pudieran tener aquello que se les ofrecía como la panacea del sueño de ascensión social. El sueño americano a la española.

Otra obra interesantísima en la que podemos ver una cita de las Meninas es  El recinto (1971). Aquí lo realmente velazqueño es el espacio, mientras que los personajes distribuidos por el espacio nos alejan de ella, a pesar de que el perro siga en su lugar. Maribárbola es la que pintara Picasso, como lo es también la figura que sale por la derecha del lienzo y que tiene mucho peso en la pintura. La figura del primer plano no es un borrón, es el retrato de Brigitte Bardot de Saura, hay citas de cuadros de Miró a color por el lienzo y en el espejo que ocupaban los reyes aparece un fragmento de la obra Presagio de la Guerra Civil de Dalí, que guarda un "diálogo" con El Guernica, ya que ambos son coetáneos y tienen un mensaje parecido.

Lo que no es cita son los gánsteres y las figuras con el brazo alzado del fondo. Es otra obra de muchas interpretaciones. Desde la puramente artística (el dinero y el arte, la condición del pintor como testigo y voz de su tiempo) hasta algo más político. Ha leído varias de ellas sobre este lienzo y creo que tiene tantas como la propia obra original de la que se ha escrito más que de cualquier otra pintura española.


A mí me gusta mucho este lienzo de Cristóbal Toral llamado "D" après Las Meninas de 1975. Para el pintor hiperrealista (conocido ahora por haber pintado el retrato del rey Juan Carlos I en un contenedor de basura) la estancia en la que se encuentra la familia de Felipe IV es lo más importante. Deja el lienzo de Velázquez y la pared y el fondo pero el resto lo llena de maletas y de trastos viejos. Su obra está salpicada de estos objetos e incluso uno de sus libros se titula La vida en una maleta. Para él no solo reflejan el tránsito y las idas y vueltas de la vida. Para él las maletas son muy personales; han pertenecido a alguien y no sabemos a dónde han ido, por qué y qué han contenido. También se puede considerar metáfora del hombre.

Las maletas aquí parecen las memorias de alguien, todas sus pertenencias en el almacén de la historia, la buhardilla de España. Ahí están cada una de los recuerdos y vivencias de cada uno de los que han vivido y que ya son objetos muertos y sin significación. Porque lo que ha sido muy importante para alguno carece de importancia para el resto. Al abrir la maleta no comprendemos nada de lo que hay, esa es la tristeza de nuestra insignificancia.

Sophie Matisse, descendiente del pintor realiza este lienzo en 2001 llamado Las Meninas. Si el anterior llenaba la estancia de cosas a Sophie le da por vaciar los cuadros de los autores y dejar esa atmósfera gélida y espectral que es la misma que hay en los lugares concurridos cuando cae la noche y todos desaparecen. Si nos callamos y escuchamos creemos oír las voces de los personajes que todavía resuenan. La vida se ha ido y se da paso a la nada. ¿A la nada?

A lo mejor sin personas entendemos mejor lo que nos rodea y que a fuerza de verlo siempre acabamos por no mirarlo y desconocerlo. Viendo este cuadro lleno de personas queremos saber qué le ocurrió a esa pobre niña cuya vida fue tan desgraciada como las princesas de entonces, qué pensaban las jóvenes que la acompañan y si Nicolasito está maltratando al perro o jugando con él. Ahora ya no hay vida y por ello reflexionamos sobre otras cosas que son abstractas y, por lo tanto, pueden relacionarse con el hombre en general. Es lo más cercano a los cuadros de Rotko que se me ocurre.

La obra de Lluis Barba Las Meninas 2008 pertenece a la serie Viajeros por el tiempo, en donde una turista, generalmente en primer plano, realiza fotos de un conjunto de personajes famosos o no que se han colado en obras de arte conocidas por todos. No es que Velázquez esté escogido sin más. Los hay de Brueghel o de Magritte o de Leger. Asustan un poco porque dentro de la seriedad de las obras clásicas encontramos a "iconos modernos" como  Paris Hilton o Penélope Cruz y su Óscar, lo que me lleva a preguntar si un estudioso del arte dentro de trescientos años podrá conocer a algunos de estos personajillos que se cuelan de rondón en los espacios sagrados del lienzo.

¿Sabrá ese estudioso lo que ha supuesto para las tres figuras que hay de la realeza y para los españoles (fíjense bien que los reyes del espejo son Juan Carlos I y  doña Sofía)? Muchos diálogos, como dicen los modernos, hay. Supongo que frente a la americanización pop del arte de mano de Warhol y su Marilyn Monroe o Mao está la obra del pintor barroco. Luego están las familias de los dos reyes que si enlazamos una con otra puede querer decir la decadencia de España en ambas dinastías, lo que se puede denominar la monarquía crepuscular. Si lo relacionamos con la mujer pidiendo limosna tenemos el tema de las clases sociales. Pero podemos dialogar con los turistas despreocupados por el arte (vanitas) frente a lo preocupante de la pobreza en el mundo.

El color y el blanco y negro es obvio que agrupa pasado y presente. Pero... no tenemos el autorretrato del autor, que sigue siendo el sevillano y si los cuadros del pasado que colgaba en el alcázar son los de Warhol, ¿Dónde queda el retrato de familia de Antonio López?

Otra obra más. Esta es del pintor peruano Herman Braun-Vega (según Roberto Gac un maestro de la interpicturalidad) y se llama Doble enfoque sobre occidente Velázquez y Picasso de 1987. Cuentan que el pintor en crisis de creación visitó el Museo Picasso de Barcelona en 1968 y que conoció la serie de Picasso sobre Las Meninas y que la vida le cambió. Hizo más de sesenta cuadros sobre el tema en dos meses y medio. Lo que le enseñó el malagueño es a hacer suya la obra de arte de otros para poder retomarla y recrear algo nuevo.

Las interpretaciones de este lienzo no se tienen muy claras. A las figuras de la obra del sevillano se le suman una serie de desnudos que algunos han vinculados con los mestizo y indígenas (la niña de espaldas) y los descendientes de españoles (el niño rubio) y le dan a este cuadro un valor de crítica sobre la situación hispanoamericana en general y peruana en particular. Los personajes del fondo son Juan Pablo II y un político austriaco vinculado con los nazis. Para muchos la ceguera y permisividad de los políticos y de la iglesia frente a esa situación. Y al fondo Picasso es el protagonista de la obra que recuerda su etapa del circo mientras que la luz que hay sobre él es la que hay en El Guernica.

Ya el Equipo Crónica había unido a Picasso y a Velázquez y le había quedado novedoso porque  era nuevo. pero yo creo que seguir por este camino es un poco cansado. No entiendo qué tiene que ver el malagueño en la obra de Velázquez si lo que se critica es algo concreto de la sociedad indígena de época anterior. Una vez conseguidas las independencias americanas España ya no es lo que era y Picasso no tiene nada que ver.
Habrá que pensar en otra interpretación en la que quepa el autor de las pinturas azules.

Más todavía, el autor no se autorretrata en el lugar del pintor de Felipe IV, y el mantener a unos personajes y a otros no, es cuestión de estética, diría yo. La unión de ambos pintores en un mismo lienzo (que me empieza a parecer cansina), como indica el título, va más lejos en la interpretación que yo creo acotar en el tema de la obra de arte y su condición. El lienzo de Velázquez tiene ese tema como uno de los principales.



La obra de Joel Peter Witkin Las Meninas (after Velázquez) de 1987 es, cuanto menos, curiosa aunque tiene elementos que ya hemos visto en otros autores (si esto fuera una revista de esas de la peluquería haría una "Arggg"). En este caso se trata de una fotografía que mantiene el aire velazqueño. Al menos eso es lo que se respira si vemos al fondo en el espejo la pareja de reyes Felipe IV y Mariana de Austria, y en la parte superior tres pinturas del autor: de izquierda a derecha Los borrachos, La coronación de la Virgen y un fragmento de La fragua de Vulcano. Seguimos con la idea de que el autor se transmuta a un autorretrato del fotógrafo. Pero ya hay cosas muy conocidas: la relación de la obra con Miró en la figura de la derecha  y  la lámpara de El Guernica.

Este fotógrafo es considerado un autor maldito por lo que presenta en sus obras. Desde personas deformes, sexo explícito que se acerca a la pornografía. Técnicas que derivan del surrealismo y de la vanguardia, raya los negativos y coloca fragmentos anatómicos o  partes de maniquíes que descontextualizados nos ofrece una atmósfera espectral. Eso es lo que parece esta fotografía, la menos amable de todas las recreaciones de la obra de Velázquez. La infanta que es casi una incondicional aquí es medio niña que muestra el miriñaque con ruedas, le mitad de ese maniquí con los brazo en alto. El autorretrato de él como autor. La figura de Jesucristo en la puerta con la corona de espinas en la mano y la cámara fotográfica que está sobre una especie de mesa que mira directamente a nosotros.

Acabo con la que considero más floja de todas las que he comentado, la de Eve Sussman 89 seconds at Alcazar de 2003. Se trata de una filmación de un cortísimo en el que ella propone un contexto al lienzo. Según ella la obra sería un fotogramas de esta película en la que la infanta viene a la sala a ver el retrato que Velázquez realiza de sus padres. Bueno, está divertido pero con errores históricos de novata como ocurre con frecuencia.

Lo que Mª Agustina Sarmiento le está entregando a la infanta no es agua en una jarrita de barro. Es muy poco  elegante que una mujer de la realeza de este tiempo tuviera a bien beber de algo tan vulgar. Lo que le ofrece es una golosina del tiempo. Era muy chic mordisquear ese tipo de jarras hechas de un barro especial de sabor dulce que encandilaba a las golosas de ese tiempo. Cierto que tenía muchas contraindicaciones pero no se conocían. Se podría decir que casi era un droga pero la flor y nata de la sociedad española es la Península y en Nueva España lo hacía.

¿Qué pensará de esta película Jacques Lassaigne que ha pensado que todo es una composición de Valázquez en la que la infanta Margarita es el centro de la composición (como lo es la estrella Margarita, Alphecca, de la Corona Borealis)? Si, hay quien ha opinado que hay una relación entre cuatro personajes que dibujan la U típica de esta constelación. Así que de improvisación nada.

La obra del pintor barroco sirve a muchos autores para desarrollar sus obsesiones sobre la propia obra de arte. El diálogo entre los antiguos y los modernos, entre la obra de arte como representación de la Historia o como historias de la Historia, la condición del autor y su obra, la metapintura, la interpicturalidad. No voy a comentar los cientos de copias de la obra entre las que están de los Simpson y de Padre de familia, de plastilina y los millones de meninas que se venden como merchandising que  ya estoy cansada y vosotros también.

Llegamos a Masumasa y a su versión del clásico. El lugar: la sala del Museo del Prado donde se expone la obra. Al fondo, Las Meninas de Masumasa, es decir, una fotocomposición en la que el japonés se disfraza de cada uno de los personajes pero no se disfraza de Velázquez porque en realidad es la versión japonesa del diálogo entre los antiguos y los modernos. Y a la derecha el Retrato de Felipe IV, también de Velázquez, también de Yorimura. En primer plano las figuras que suponen ser las que están en el pseudolienzo y que es el autor moderno disfrazado. Que el mismo Velázquez es Masumasa pintando a la infanta Margarita, que es Yorimura, que es la primera obra de la que se apropió como ya vimos en la entrada... Velázquez-Masumasa Yorimura. Lo que hay delante del cuadro, lo que hay detrás de él. El espacio del alcázar, el del Museo del Prado, los espejos encarados que reflejan una y otra vez una escena doble que no es ni  más ni menos que la misma escena en verso y reverso, en cara A y cara B, en cara y cruz de la moneda. Pero alguien se ha planteado dónde están los reyes Felipe IV y su esposa. ¡Ah! ¡Somos nosotros! Pues vaya, igual que en Velázquez.


Si estuviera viendo esta exposición con una persona que yo me sé, habría dicho ya una tontería cualquiera. Se lo pongo fácil y le dejo la que más le habría gustado a él después de la del original. Porque... ¿qué hay más "original" que Ibáñez imitando? 


Dedicada a las Laras, que hay más de dos, y al resto de 1º de bachillerato.


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